Ha comenzado ya el reacomodo político previo a las elecciones generales del 2011, en medio de una serie de indefiniciones que deben ir aclarándose.
En la centroderecha, Luis Castañeda Lossio y Solidaridad Nacional (SN) son una fuerza pivote por varios motivos. Ante todo, el doble período al frente de la comuna limeña deja una obra de infraestructura, modernización y relanzamiento de la capital peruana de inobjetable beneficio para los ciudadanos, lo cual justifica el inusual respaldo para un alcalde, que se va con casi 80% de aprobación. Luego, sería mezquino no recordar que SN ha sido fundamental para mantener la vigencia del pensamiento socialcristiano y de la alianza Unidad Nacional. Por lo tanto, una renovación del acuerdo con el PPC de Lourdes Flores (a quien debe considerarse triunfadora políticamente inclusive en el supuesto que no accediese a la alcaldía) podría implicar la constitución de una fórmula ganadora en los próximos comicios. Esa perspectiva exitosa puede potenciarse más si el Apra deja de lado la insensatez de una candidatura presidencial propia, que no tiene sentido tras la notable gestión gubernamental de Alan García y la paradójica derrota radical en las elecciones últimas.
En el neoliberalismo, la candidatura de Keiko Fujimori se mantiene segunda en las encuestas de intención de voto con buena cantidad de adherentes en el interior del país, donde hay quienes prefieren el autoritarismo a la verdadera democracia.
En la centroizquierda, Perú Posible y Alejandro Toledo son una fuerza que puede dar sorpresas por los antecedentes de buen gobierno, honestidad personal, el haber recuperado la democracia y porque el reconocimiento en el interior de la nación sigue siendo importante. Las posibilidades se incrementarían si fuese posible una alianza con Acción Popular, Somos Perú y la corriente emergente que representa César Acuña especialmente en el norte del país.
Por supuesto, para el interés de los peruanos que queremos preservar la democracia y las virtudes del modelo económico que nos permiten la estabilidad presente, lo que sería mucho mejor es una gran alianza entre todas las organizaciones mencionadas, menos el fujimorismo. Eso implicaría, claro, un acuerdo de punto fijo sobre alternancia entre los líderes y el desprendimiento necesario para lograr candidaturas unificadas. La ventaja indiscutible sería cerrarle las puertas al antisistema.
Precisamente, en la izquierda más dura se está intentando revivir la utopía del frentismo. Tras la victoria de Susana Villarán (independientemente del resultado final sobre la votación para la alcaldía capitalina) ha emergido una organización relativamente nueva como Fuerza Social que sí podría tentar la presidencia y una participación importante en el Congreso dependiendo de con quiénes haga alianza.
El Movimiento Nueva Izquierda, que reúne –entre otras agrupaciones– a Patria Roja, Tierra y Libertad y Lima para Todos, insiste en la necesidad de que continúe el vínculo que impulsó a Villarán, pero que también incluya al Partido Nacionalista. Sin embargo, los dirigentes de FS no están de acuerdo con asociarse al comandante Ollanta Humala. Difieren de este, y de los comunistas radicales, en dos postulados centrales: la “refundación de la república” (proyecto a todas luces vinculado a la experiencia chavista), y el dictado de una nueva Constitución, en la cual se postularía un “sistema más participativo” que nadie sabe precisar.
La disyuntiva es complicada porque, a diferencia de Fuerza Social, el MNI sí tiene capacidad de organización y movilización, como lo demuestra el haber llevado candidatos propios en 99 distritos, 26 provincias y 5 regiones. Además, y aunque resulte tragicómico, si se quebrase el acuerdo precario en su eventual alcaldía metropolitana Susana Villarán tendría que recurrir a los regidores de Lourdes Flores para poder gobernar Lima. Por supuesto, si FS y el MNI no van en un solo eje, solo estarían encaminándose a una derrota rotunda.
A su turno, el nacionalismo –hasta hoy estancado en un 11% de las preferencias públicas– no da muestras de un cambio programático y tampoco de ablandamiento conductual, pese a las buenas maneras democráticas de algunos de sus líderes, como Daniel Abugattas.
En cuanto a un eventual outsider, el desinfle de personajes pintorescos pero inviables como Jaime Bayly parece augurar que ya no habrá lanzamientos de advenedizos en la política. Pero el partidor todavía está instalándose y todos estos aprestamientos son muy fluidos. De modo que, aun cuando solo habrá unos tres meses de campaña proselitista efectiva, queda mucho pan por rebanar. Es decir que ni siquiera las encuestas más afinadas tienen hoy capacidad para hacer una prognosis acertada sobre quién ocupará la Presidencia de la República y cómo será la composición del Parlamento 2011-2016.
Por: Hugo Guerra
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