11 de enero de 2012

EN DEFENSA DE MI PROFESIÓN

Milagros Leiva, en la entrevista a Miguel Prialé, ex gerente municipal y ahora presidente de Emape, demuestra que no me conoce –cosa que no es importante– pero a la vez exhibe un prejuicio contra los sociólogos, que podría reducir si leyera en la misma edición de El Comercio el artículo de uno de los más brillantes sociólogos latinoamericanos, el ex presidente del Brasil Fernando Henrique Cardoso. En el llamado “pensamiento único”, que aquí denominan neoliberal y yo insisto en que es mejor la estadounidense de neoconservador, porque desecha el liberalismo político, la sociología ha sido mal tratada. Por eso, Pinochet la declaró fuera de la ley y la suprimió de un plumazo. Soy sociólogo y me he especializado en ciencia política y no creo que mi designación para dirigir ad honórem la formulación del primer plan de desarrollo de Lima como región pueda ser cuestionada.

Miguel Prialé me defiende al recordar que he sido presidente del Congreso, cargo importante pero que explica un año de mi vida, y me considera –elogio que no creo merecer– figura intachable. Pero eso no es lo que discute la entrevistadora. ¿Es que un sociólogo no sirve para conducir un equipo que elaborará el plan de Lima como región? Comencemos por precisar que la labor se complementa con el Instituto Metropolitano de Planificación.

La más simple definición de sociología que recuerdo es la del estadounidense Inkeles: ciencia que estudia las relaciones de los hombres en sociedad. ¿No importa eso en un plan de desarrollo? ¿Somos acaso una sociedad que se define por ladrillos y cemento? Algunos confunden la alcaldía con una jefatura de obras públicas, pero más allá de eso se necesita explicar las aspiraciones, propuestas y límites que tiene la visión de los ciudadanos en cada momento. Si en algo ha aportado la sociología es en el planeamiento del que tanto han renegado los neoconservadores, esos que en tiempos de don Pedro Beltrán calificaron de burro al diputado Alfonso Benavides Correa, que propuso un instituto de planificación. Es que tanto entonces, como ahora, se beneficiaron de la ausencia de planificación los que acumulan a partir del desorden, desde los que lucraron con el proceso de urbanización hasta los que lo hacen en la informalidad.

En mi profesión he afincado en la ciencia política: investigo y enseño sobre instituciones. Mi práctica ha sido esa, comenzando como teniente alcalde de Lima con Alfonso Barrantes y como regidor los tres años siguientes y luego casi 14 de congresista. Pueden verla como actividad política, pero esta no está desligada de mi labor profesional, como no lo está el seminario de reforma del Estado que organizo en la Universidad Católica desde el 2006 para discutir temas tan concretos como el sistema electoral y de partidos. Pero no es mi vida la que importa, sino lo que es esta profesión. ¿Lo sabe la entrevistadora? ¿Por qué no busca explicaciones en cómo se organiza la participación vecinal o la consulta ciudadana? ¿Sabe que una obra vial puede causar más líos que Conga?

Temo que me encuentro ante un bache generacional construido por el pensamiento neoconservador que va más allá de intenciones. Por eso Miguel Prialé no sabe cómo defender mi profesión de la embestida de la entrevistadora, no por brillante menos equivocada. Hoy más que nunca, en el mundo no cabe ni el pensamiento único ni la disciplina única. En el doctorado que dirijo en la PUCP, promovemos la interdisciplinariedad y nadie podría admitir que una especialidad se ningunee de esta manera. Mis colegas me eligieron primer decano del Colegio de Sociólogos en 1994. Esta entrevista ha hecho que me vuelva a sentir defensor de un gremio que ha dado mucho de sí y del que espero mucho, aunque es también una manera de defender mi propia autoestima.

1 comentario:

Shirley Gonzales dijo...

Que lamentable es saber la concepción que algunas personas sostienen sobre la sociología, soy estudiante de esa carrera y puedo decir con mucho orgullo, que ha despertado en mí una pasión indescriptible, porque es justo la realidad en la que vivimos; la que no solamente debemos cambiarla sino también entenderla, aspecto nada fácil y razón por la cual aún no hemos logrado construir la sociedad que deseamos.