La semana pasada una noticia remeció el mundo académico internacional: en Guatemala, entre 1946 y 1948, un grupo de investigadores norteamericanos inoculó a cerca de 5000 personas sífilis y gonorrea para conocer las reacciones a los medicamentos contra estas enfermedades de transmisión sexual. Como producto de estos experimentos, resultaron muertas 83 personas. Pero la cuetión no es el número de muertos, al fin de cuentas una sola vida es muy valiosa; la cuestión esta en que a estas personas se les prohibió la aplicación de la cura (penicilina) que pudiera haberles salvado la vida. Este hecho, que incluso motivó que el presidente de los EE. UU. pida disculpas al gobierno y al pueblo guatemalteco, ha traido nuevamente a discusión el tema de las acciones que se hacen en nombre de la ciencia y de los límites de la misma.
Veamos que este fenómeno no es nada nuevo. En la antigüedad, las grandes culturas experimentaban con la gente (egipcios, persas, e incluso paracas con las trepanaciones craneanas y la deformación de los cráneos. Durante el Renacimiento y la edad Moderna se dieron los más grandes avances en medicina en todo al historia. La inquietud de los médicos de esa época era determinar si el interior del cuerpo humano era igual en un ser vivo y en un ser muerto e identificar las diferencias de funcionamiento sustanciales en ambos casos, ovbiamente una cosa era ver un corazón de un muerto y otra muy distinta sentir y observar el mismo órgano pero de un ser vivo. Dichas prácticas se realizaban a condenados a muerte, ya que debian por lo menos "justificar su muerte en favor de la ciencia". De no haberse realizado esos experimentos médicos hoy en día no tendríamos los avances en medicina, anatomía, fisiología, etc. que han salvado, salvan y salavaran a millones de personas.
El debate surge a inicios de la edad Contemporánea, con la Declaración de los derechosd el hombre y del ciudadano en Francia y la declaración universal de los derechos humanos, las mismas que consideran como fundamental, irrenucniable e inalienable el derecho que todo ser humano tiene a la vida. De ahí en adelante los "experimentos" con seres humanos se fueron reduciendo y los pocos que habían eran severamente repudiados por la sociedad, uno de los ejemplos más conocidos fue el del "Ángel de la muerte", el Dr. Josef Mengele, médico alemán y nazi que realizó innumerables experimentos con los judíos en los campos de concentración y cuya fascinación por los gemelos era universalmente conocida.
La ciencia ha sido entendida como una búsqueda de la verdad, como un cuerpo de conocimiento, como una metodología, pero sobre todo como un proceso de investigación. Un proceso en el que, los seres humanos, van en la búsqueda de la verdad para sobrevivir mejor, para ello, emplean cierta clase de métodos especiales para incrementar el conocimiento con el fin de transformar la realidad. El conocimiento y su trasformación están en constante cambio y corrección, posibilitando el desarrollo del hombre y la sociedad. Los problemas de la ciencia, referidos a los procesos naturales, sociales y formales son explicados causalmente a través de conjeturas hipotéticas que, una vez demostradas y generalizadas, se convierten en leyes, estas a su vez, conforman las teorías que sirven de fundamento para las transformaciones tecnológicas.
Dado el carácter universal de la ciencia, su influencia se extiende a todos los campos de la sociedad, desde el desarrollo tecnológico a los modernos problemas de tipo jurídico relacionados con campos de la medicina o la genética. En ocasiones la investigación científica permite abordar temas de gran calado social como el Proyecto Genoma Humano y grandes implicaciones éticas como el desarrollo del armamento nuclear, la clonación, la eutanasia y el uso de las células madre.
Finalmente, los médicos realizan el conocido juramento hipocrático, el mismo que en su parte final dice: "...Aún bajo amenazas, no admitiré utilizar mis conocimientos médicos contra las leyes de la humanidad...". Nuestros científicos, de todas las ramas de la ciencias, deben estra dispuestos a observar los presupuestos éticos fundamentales ya que de una u otra forma todas las acciones de estos profesionales repercuten sobre la sociedad.
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