28 de septiembre de 2011

EL FUTBOL SÍ TIENE LA CULPA

Por eso no me gusta el fútbol: porque su práctica masiva, su profesionalización, su difusión y su disfrute están contaminados hasta la médula de una ideología machista que nos exige tolerar la violencia como si fuera una necesaria expansión de los hombres.

Solo ante muertos como Walter Oyarce o heridos graves, los futboleros se golpean el pecho, pero antes de eso se hicieron la vista gorda ante el desfile de hordas de hinchas que van al estadio, ¿a qué? ¿A cantar meciendo las manitas levantadas? ¡No! A pecharse con insultos y, si la ocasión se les presenta, a mecharse destrozando la propiedad ajena.

Por lógica de seguridad y de defensa civil, un espectáculo con tal arrastre violento, que aterra a miles de vecinos, debe ser cancelado, al menos partidos importantes en grandes estadios. Que se jueguen a puerta cerrada para las cámaras.

Mientras no se desligue el fútbol de este ‘mandato’ machista, tenemos que protegernos con medidas que van más allá del refuerzo de la seguridad: cierre de estadios hasta garantizar la seguridad del público y, ¡ojo!, de vecinos y transeúntes. ¿O ya olvidaron el caso de Paola Vargas victimada por ‘Bolón’?

También debiera cancelarse la Copa Cable Mágico dentro de la cual se jugó el clásico fatal. ¡El domingo, un día después del crimen, se siguió jugando como si nada! Han tenido que esperar a que el Gobierno exija jugar a puerta cerrada.

La sangrienta novedad es que la violencia se ejerció en los palcos suites, lo que delata que el machismo homicida asociado al fútbol atraviesa estratos sociales y se instala, con privilegios para estoquearse de trago y parafernalia belicosa, en zona VIP.

En el año de la prédica pro inclusión y pro seguridad ciudadana, la sola existencia del modelo de palcos suites, copiado de otros países y aquí exacerbado en indulgencia alcohólica, es un recordatorio grotesco de las diferencias sociales y una invitación a sumar revanchismos sociales a la bronca futbolera. Los hinchas humildes, que son revisados hasta en los calzoncillos, albergan los peores sentimientos hacia esta suerte de burladeros clasistas donde la PNP no catea a nadie y desde donde, en el paroxismo de un partido, llueve de todo a las tribunas.

Por todo lo anterior me entristece que este modelo de palcos excluyentes haya sido incorporado al remodelado Estadio Nacional y que existan tantos empresarios irresponsables haciendo lobby en estos momentos para evitar el fútbol a puerta cerrada.

1 comentario:

Gorky dijo...

Lamentablemente el soporte de la violencia se ha dado de mejor manera con la implementacion de.:
- Pases para barras bravas
- Dirigentes con rasgos psicopaticos y mafiosos.
- Jugadores con dinero exsesivo para el medio y conductas machistas violentas.
- Prensa reforzadora de conductas marginales entorno a estos espectaculos.