La presentación que esta semana hicieron los once candidatos presidenciales en la sede de El Comercio ratifica que, efectivamente, solo cinco tienen posibilidad real de acceder al gobierno, mientras el resto son, simplemente, ‘pitufos’. Y que conste que el adjetivo no es nuestro.
La cuestión no es solo de popularidad o falta de acceso a los medios de comunicación. A juzgar por las intervenciones –que no decantaron en debate– únicamente Alejandro Toledo, Luis Castañeda, Ollanta Humala, Pedro Pablo Kuczynski y Keiko Fujimori, tienen la preparación necesaria para pretender el sillón presidencial.
Así, los dos punteros merecen ser destacados independientemente de las tan injustamente vapuleadas encuestas; las cuales, dicho sea de paso, están siendo objeto de una peligrosa campaña psicosocial de desprestigio.
El ex presidente Toledo claramente tiene planteamientos orgánicos, coherentes y que reflejan la solidez que le da la experiencia gubernamental. Puede discreparse con algunos de sus enfoques, como el de la defensa nacional, pero eso no justifica que se le sigan lanzando ataques malditos como el de los supuestos consumos de whisky durante su paso por palacio. No pudieron bajarlo con la manipulación sobre el consumo de drogas, y ahora quieren presentarlo como banal. Pero eso no dará resultado porque caricaturas tan burdas son, a la postre, un búmeran que revertirá en mayor popularidad del victimizado.
Luego, el ex alcalde Castañeda, probablemente pasará a la segunda vuelta por ser otro político experimentado, con propuestas bien articuladas y vasta obra ejecutada. Pero para contrarrestar su creciente arraigo entre los votantes, caído el Caso Comunicore por falta de sustento legal que lo involucre directamente, ahora se lanza la “denuncia” manipuladora de los pagos a la supervisión internacional de contratos. Eso, hasta el momento, tampoco tiene base legal y solo se sostiene por el escandalete mediático.
Keiko Fujimori, a su turno, sigue en el papel de quien no quiere confrontar a nadie. Sin embargo, tiene el reto de librarse de esa mafia que no excluyó a su padre y que ahora lanza amenazas desde la cárcel, vía Vladimiro Montesinos. ¿Qué podría revelar el siniestro ex asesor si, efectivamente, perdiera la supuesta “lealtad” con el autócrata y contara todo lo que realmente conoce? Un escenario interesante, pero de pánico.
Entre tanto, el comandante Humala, guste o choque su propuesta nacionalista con elementos socializantes, tiene bien ganado un cuarto lugar. Está haciendo una notable campaña electoral en su ámbito de influencia directa y ha aprendido a superar esas contradicciones y poses extremistas que asustaron al país hace cinco años. Por ello, aunque seguramente no triunfará, tiene todo el derecho de ser un referente de la oposición de izquierda democrática en el Perú.
PPK, a su turno, siendo un economista de nivel superior y una esperanza de cambio político, poco a poco va calando en la simpatía popular.
Pero atentan contra él dos factores combatibles: externamente, la anticampaña maliciosa que lo presenta como “bueno, pero titular del voto perdido”. Y, en lo interno, esa sobreactuación populachera que lo ha llevado a hacer el ridículo en la televisión farandulera. El pueblo será modesto pero tiene clase y no necesita ese tipo de circo, cosa que muchos políticos no entienden.
El caso del embajador Manuel Rodríguez Cuadros es especialmente difícil, porque su incursión en la política hace presagiar la pérdida de un estupendo diplomático y el advenimiento de un candidato frustrado.
Algo similar ocurre con el decano del Colegio de Abogados de Lima, José Ñique de la Puente, quien mejor debió quedar como lo que es, un jurista destacado.
En cuanto a Rafael Belaunde es una lástima que el hijo del gran presidente, don Fernando Belaunde Terry, no esté en Acción Popular; el partido que, por su propuesta renovadora y peruanista, ilusionó a tres generaciones aunque ahora tiene pendiente la tarea de la unidad.
Respecto a los otros candidatos, en realidad sus intervenciones y campañas son irrelevantes. En la cita de El Comercio demostraron carecer de la necesaria articulación programática.
Por lo demás es una pérdida para el país que el Apra no tenga la representación que merece en su condición de auténtico partido nacional. Si se hubiese designado como candidato a alguien leal a sus principios como Mauricio Mulder, hoy las expectativas apristas serían muy diferentes.
Como peruanos que queremos profundizar el sistema democrático esperamos que en el restante mes de campaña los postulantes cumplan con exponer más detalladamente sus programas, para que el voto sea razonado y no solo emocional.
Por: Hugo Guerra
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