26 de noviembre de 2010

POCA SATISFACCIÓN CON LA DEMOCRACIA

El informe “Cultura política de la democracia en Perú, 2010”, de Julio F. Carrión y Patricia Zárate, revela unos indicadores preocupantes. Resulta que de los 25 países de las Américas encuestados, el Perú es aquel en el que hay menos apoyo a la democracia y uno de los cuatro en los que la satisfacción con la democracia es menor. Según el informe, estos índices reflejan principalmente “la percepción de qué tan bien el gobierno y el presidente están realizando su labor de combatir la pobreza y el desempleo”. Lo que hay aquí es una crítica muy fuerte a la gestión del Estado y del presidente en particular. Y a la corrupción y la inseguridad.

En efecto, la encuesta encuentra que el Perú es el tercer país con mayor corrupción: un 32% declara haber sido víctima de un pedido de soborno por parte de la policía, de algún empleado de la municipalidad, del Poder Judicial, de un establecimiento de salud o del colegio en los últimos doce meses. Solo México y Bolivia nos superan, dos países de fuerte herencia colonial. No solo eso, resulta que el Perú está primero en victimización por delincuencia: somos el país donde un porcentaje más alto de personas (31%) declara haber sido víctima de un acto delincuencial el último año. El informe llega a afirmar que el Perú se encuentra en el pequeño grupo de países de ‘democracia en riesgo’, y nada menos que un 55% aprobaría un golpe militar frente a mucha corrupción, un porcentaje peligrosamente alto.

No cabe duda de que en el Perú la democracia tiene un problema de legitimidad. Pese a ello, el politólogo de Harvard, Steven Levitsky, sostuvo en “La hora N” que la democracia no está en peligro mientras las tasas de crecimiento se mantengan altas, y lo que importa no es que la gente no tenga apego a la democracia o desconfíe del sistema, sino que las élites sean democráticas y, en ese sentido, afirma que Alejandro Toledo es el único de los candidatos que tiene una ejecutoria de demócrata liberal, es decir, de respeto a los poderes y al Estado de derecho.

Pero hay que recordar, sin embargo, que Toledo puso a la democracia en peligro no por autócrata, sino, al contrario, por falta de gobierno y de presencia, con unos niveles de aprobación tan bajos –alrededor del 10%– que suscitaron movilizaciones y engendraron a Ollanta Humala. La gente sintió nostalgia de un gobierno fuerte que pusiera orden, resolviera problemas y acompañara los esfuerzos de progreso. La democracia peruana aún debe encontrar un justo medio entre la descentralización anárquica y el personalismo autocrático.

Por: Jaime De Althaus Guarderas

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