A todos nos consta que muchas de las democracias latinoamericanas, incluyendo la nuestra, aún no encuentran su sensato centro de gravedad. Han visto transcurrir sus días, tercamente, entre la esperanza y la frustración. Lamentablemente, persisten irresponsablemente en el error central de la dispersión política.
En el Perú actual solo el 3% de los ciudadanos se encuentra formalmente inscrito en un partido político. El 97% restante o no participa formalmente en ninguna organización política o se agrupa en circunstanciales organizaciones locales que, ciertamente, carecen de un proyecto nacional y universal de gestión.
Por ello, debería lograrse un alto en el camino para repensar la ruta inmediata que convendría escogerse en directo beneficio del futuro peruano. Ello requiere, obviamente, de un patriótico y alto sentido de responsabilidad y de una indispensable dosis cívica de generoso desprendimiento personal y grupal.
Vengo apostando desde hace muchos años por una amplia alianza partidaria moderna de centro democrático incluyente y no excluyente, que permita por cierto la opción de formar otras lícitas alianzas en el escenario político y alrededor de los otros dos extremos convencionales de la conducción gubernamental.
Creo que la responsabilidad de asegurar el futuro democrático del Perú –que garantice a los peruanos un futuro de libertad y de bienestar, y aleje aceleradamente la pobreza y la demagogia– se encuentra en estos días a cargo de los contados partidos políticos inspirados en una concepción que asegure el desarrollo en libertad y que incruste al Perú en el concierto universal de las naciones que ya tomaron, en su oportunidad, como opción, la ruta democrática.
No se trata de organizar un frente político tradicional, sino de organizar responsablemente un concierto de voluntades que evite que nos roben a nuestra patria, con sus tradiciones y sus razonables posibilidades, ubicadas ahora en la esperanzada ilusión de un desarrollo democrático, económico y social presidido por la vigencia de las plenas libertades.
Los partidos democráticos tradicionales del Perú, organizados con loables esfuerzos y con reconocidos sacrificios a lo largo de nuestra historia, que no han estado nunca asociados a ningún extremismo, se encuentran ahora al frente del imperativo cívico de responder a la nación, en estos momentos, con el elevado sentido de responsabilidad que demandan las circunstancias actuales.
Lo mismo sucede con agrupaciones políticas democráticas de constitución reciente y también con los millones de ciudadanos independientes que creen en el sistema democrático y que, por tanto, deben respaldarlo.
Por: Elías Mendoza Habersperger
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