Con la declaración oficial del fin de la misión de combates en Iraq, el presidente de Estados Unidos Barack Obama, cerró la noche del martes pasado uno de los capítulos más polémicos y dramáticos en la historia de ese país, de una guerra que se ha alargado y ha costado más de lo que casi ningún político o estratega en Washington previó ni deseó.
Si un imagen vale más de mil palabras, una cifra puede resultar más que convincente. Tras siete años de guerra y ocupación, las cifras en Iraq pueden demostrar el fracaso de la llamada operación Libertad iraquí.
La inflación en Iraq es del 6.8%, el crecimiento anual del PBI es del 4.5% y la tasa de desempleo es del 15.2%. Las muertes registradas en el ejército norteamericano ascienden a 4415 soldados, mientras que los civiles iraquíes muertos llegan a 100000.
Pero hasta la fecha nadie se explica cómo es posible que el entonces presidente George W. Bush inició esta invasión y se dejó de lado la búsqueda del terrorista Osama Bin Laden, quien perpetró los atentados del 11-S. Hasta la fecha nadie sabe nada de Osama.
Recordemos que durante la guerra del golfo EE. UU. apoyó al Saddam Hussein y a Irak, pero años después le quitó el apoyo económico y militar llevándolo a la muerte.
Nadie discute los crímenes que Hussein cometió, y que se pudieron apreciar en la serie documental de HBO House of Saddam. Pero la invasión norteamericana no solucionó los problemas sociales del país árabe ni, hasta la fecha logra establecer un gobierno democrático y que goce de la aceptación y legitimidad del pueblo iraquí: Irak no es una democracia y ni siquiera se puede hablar de la existencia o de la formación de un verdadero Estado que funcione. En ese punto como en otros EE. UU. tiene una deuda pendiente.
En este sentido esta guerra absurda e innecesaria, denominada por muchos como la guerra del petróleo, sólo ha traído pérdidas para ambos países, obviamente que los más pobres son quienes más sufren.
Los líderes de esa Irak dictatorial y autoritaria han pagado con su vida las atrocidades que cometieron durante tantos años, ¿algún día serán juzgados los líderes de los EE. UU. democráticos y civilizados, que llevaron a miles a una muerte segura a Irak? En el ideal de la justicia esto debería pasar y Bush y compañía deberían comparecer ante la justicia internacional, pero sabemos que eso nunca pasará.
Que esta amarga experiencia, estas miles de muertes (dentro de las que podemos contar a algunos compatriotas peruanos), los miles de heridos y mutilados, los millones de dólares en pérdidas y el atraso que ha llegado a Irak, sirvan de experiencia a las potencias mundiales y dejen de creerse los "papás" de los países subdesarrollados y que pueden entrar cuando les de la gana e intervenir en las políticas internas de las naciones libres e independientes.
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