San Miguel arcángel es el guerrero, el conquistador de Lucifer, el que vence al demonio. Pero en el distrito limeño de San Miguel algo peor que el demonio perpetró un horrendo crimen. Isabel Mirella Tello Chanduví asesinó a su hija de 9 años, la pequeña Pierina. A la niña la encontraron desnuda sobre una colchoneta, ensangrentada, con moretones, heridas y rasguños en cara, brazos, piernas y torso, le habían cosido los labios y fue violada con diversos objetos.
Pierina tuvo la tragedia de ser hija de una mujer podrida. Tuvo también la desgracia de nacer en un país como el nuestro, donde para el Poder Judicial un hijo está mejor con quien más dinero tiene y no con quien le ofrece estabilidad, protección y amor. Así, ese Poder Judicial tan podrido como la maldita decidió que la niña estaría mejor con su abuela materna. ¿Por qué? Simplemente porque el padre Alfredo Cardoza no contaba con recursos económicos suficientes.
El Poder Judicial, sí el Poder Judicial, decidió darle la custodia de la niña a la madre de la mujer que la asesinó. Y pasó. El animal salvaje torturó y asesinó hace apenas unos días a Pierina, con el odio y la crueldad propios de un ritual satánico. Pierina murió porque al Poder Judicial le parecieron más importante los poco más de soles de la abuela, que se la entregó a su hija, sabiendo que esta la maltrataba, que la estabilidad del padre. Y ya se sabe cómo gusta el dinero por esos predios.
Con la frialdad de quienes son obligados a vestir camisas de fuerza y a habitar en cuartos con las paredes acolchadas, Enrique Mendoza –presidente de la Oficina de Control de la Magistratura (OCMA)–, salió en defensa de su gremio y dijo que la solicitud de Cardoza no procedió porque no contaba con los recursos económicos necesarios para mantener a la pequeña Pierina. Gracias a la lógica judicial, Pierina está muerta tras haber sido torturada. ¿Cómo alguien puede hacerle eso a otro ser humano? ¿Por qué tanto odio contra una niña? ¿Y cómo es posible que la máxima pena que enfrentará la asesina sean 35 años de cárcel? ¿Tan poco vale la vida de una pequeña?
La tal Tello Chanduví ahora pretende negar que es la autora del macabro asesinato de su hija. Ha montado una extraña historia. Dice haber oído la puerta abrirse, gemidos y encontrar luego a Pierina ensangrentada, pero en vez de atenderla y buscar ayuda salió a tomar desayuno y luego encendió una vela para que la pequeña –ya cadáver– “mejore”.
Esa mujer se quemará en su propio infierno, pero debemos preguntarnos ¿dónde está el círculo mínimo de protección que supuestamente nos rodea a todos? ¿En qué estaban pensando los vecinos, los profesores, los familiares de Pierina? ¿Tan ciegos andamos que no somos capaces de notar la maldad revoloteando a nuestro alrededor? Que Dios nos ampare y proteja a las niñas y niños de sufrir por la mano que debe acariciarlos.
1 comentario:
¡Qué Dios nos ampare!
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