14 de noviembre de 2011

EN GRECIA NACIÓ LA DEMOCRACIA

No la de Solón por cierto del 500 a.C., que se pierde en la memoria de los tiempos pero aún queda en el recuerdo de la historia como un acto genial de un poeta, pensador religioso y político, sino una democracia actual y urgente, de coyuntura en el marco de una situación económica crítica que fuera advertida hace unos años por analistas. Una crisis que golpea a los griegos modernos.

Los motivos del referéndum fueron planteados en el marco de un sistema democrático con libertades plenas pero, más allá de las intenciones de Georgios Andreas Papandreu, surge la pregunta de si a los pueblos se les debe consultar sobre el modelo económico que más les conviene, o si esta medida tiene sus límites fijados por las reglas del juego de los mercados.

LA COMPATIBILIDAD
¿Hasta qué punto es compatible el mercado con la democracia? En otros términos, ¿hasta qué punto es compatible el sistema capitalista con la democracia?

En los años 50, el filósofo estadounidense Sidney Hook, en su obra “Libertad y Democracia”, decía que, así como los pueblos tienen libremente el derecho de autogobernarse, deberían igualmente tener el derecho de escoger el régimen económico que más les conviene. Puede, entonces, producirse un conflicto entre capitalismo y democracia, porque el sistema capitalista, sobre todo su organización empresarial, tiende a concentrar el poder en grandes corporaciones económicas y financieras impidiendo de esta manera que las personas y los pueblos puedan acceder a un mayor control sobre el omnímodo poder de grupos económicos. El tema no es solo de competencia, es un tema de poder, y si es de poder es un tema político que se reviste de formalidades técnicas para intentar justificar racionalmente el poder de unos sobre los otros. En reciente entrevista para “El País” de España, Jordi Llovet, catedrático de Literatura Comparada en la Universidad de Barcelona y autor del libro “Adiós a la Universidad”, afirma que el capitalismo tiene una lógica pero no una moral, se refiere en lo actual a la inmoralidad que existe en el mundo financiero, el principal causante de la crisis y que ahora los gobiernos están dispuestos ‘a bancar’ sin medir las consecuencias feroces que esa inmoralidad está causando a los pueblos. En realidad lo que está sucediendo es que ciertos agentes financieros hace rato que se olvidaron de la rígida moral protestante de la que habla el sociólogo Max Weber y que modernamente se conoce como “capital social”. Un sistema entra en crisis cuando empieza a perder sus fundamentos morales, y eso es lo que está pasando con el nuevo capitalismo en la era de la globalización. Esta inmoralidad del mundo financiero, como sostiene el analista internacional Manuel Castells, ha encontrado un contrapoder con el que no contaba, este contrapoder son sus propios clientes, que han salido a protestar “indignados”, porque la confianza y sus ahorros se han venido abajo, debido a la ambición de quienes controlan el sistema financiero y otros centros de poder económico.

Atendiendo a esta crítica realidad, Stéphane Hessel, filósofo franco-alemán de 93 años, en su pequeña gran obra “Indignaos”, que es ‘best seller’ en toda Europa y Estados Unidos, explica que el poder del dinero “nunca había sido tan grande, insolente, egoísta con todos, desde sus propios siervos hasta la más alta esfera del Estado. Los bancos privatizados, agrega, se preocupan en primer lugar de sus dividendos y de los altísimos sueldos de sus dirigentes, pero no del interés general”. Él cree que nunca había sido tan grande la distancia entre los más pobres y los más ricos.

ESTRUCTURA DEL PODER EN LA EMPRESA TRANSNACIONAL
Dice el famoso Noam Chomsky: “Las empresas son más totalitarias que la mayoría de las instituciones totalitarias en el terreno político, debido a que no les interesa lograr una vida mejor para sus trabajadores sino tratan de obtener las máximas utilidades, poder, participación en el mercado y control sobre el Estado. A veces sus decisiones favorecen a otros solo por casualidad”.

Desde este punto de vista, si la empresa es totalitaria entonces niega la democracia, porque totalitarismo y democracia son incompatibles, por eso las grandes corporaciones transnacionales aceptan la democracia en la medida en que esta les es útil y permisible para obtener ganancias, pero si ella se expresa de forma contraria a sus intereses, la socavan y la minan, se oponen a ella y le clavan el sambenito de populista. También eso explica por qué muchas empresas, muchos empresarios, prefieren apoyar, como ha sucedido a lo largo del siglo pasado, a aquellos regímenes totalitarios y autoritarios que les asegure sus ganancias. Este es el ejemplo más saltante de lo que sostiene Llovet, de cómo funciona la lógica del mercado que se impone a los valores democráticos. Si el capitalismo es total, es un pensamiento único que se impone incluso con la fuerza de las armas, como así lo demuestra una serie de invasiones y arbitrariedades al servicio de los poderosos del capital. Su lógica es igual a la arbitrariedad del totalitarismo y del autoritarismo. De más está decir que esto no tiene que ser necesariamente de esa manera, cuando en la era de la globalización cada vez más la empresa adquiere un valor social y requiere comprometerse con los intereses de los ciudadanos clientes. Aquí intervienen otras reglas exigidas por la responsabilidad social o la consulta previa para casos específicos. La empresa no debe ser un ente aislado de la problemática social, debe inmiscuirse en esa problemática, más aun ahora cuando por diversas razones los ciudadanos clientes tienen mayor conciencia de sus derechos y de sus obligaciones.

CAPITALISMO Y VALORES DEMOCRÁTICOS
Pero mientras esta potencial situación no funcione, seguirá habiendo conflictos entre capitalismo y democracia, porque el fin del primero es la ganancia. En cambio, el fin de la segunda es la dignidad del ser humano, la igualdad, la justicia y la libertad para todos. Que el poder no sea de algunos sino de todos. Son dos universos distintos, dos miradas distintas de la vida y por eso incompatibles. El capitalismo en la era de la globalización se ha convertido en plutocracia, en el poder del dinero. Y creo que la mejor manera de resolver esta contradicción es que el capitalismo reasuma los valores de la democracia y que la ganancia esté sujeta a esos valores.

¿Es este planteamiento utópico? Podría serlo, pero si la empresa capitalista no se acerca más al consumidor, no lo escucha, no le abre canales de participación, no dialoga con él, continuarán los conflictos por la falta de transparencia que genera desconfianza. Superado el manejo totalitario y estatista de la economía y abiertos los mercados, con los cambios del poder que hay en estos últimos años a la empresa capitalista no le queda otra sino actuar en el marco de la ética democrática, debe pues humanizarse, de no ser así continuarán las contradicciones, los conflictos y aumentarán los ‘indignados’.

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