El ser humano siempre ha querido predecir los acontecimientos. Cuándo llovería o cuándo habría sequía para saber si la cosecha debía darse o si había que esperar. Desde los tiempos más antiguos, el hombre desarrolló métodos para predecir el futuro. Generalmente era el sacerdote de la tribu el que trataba de hacerlo o, a veces, el jefe. El gran filósofo español José Ortega y Gasset dice que el ser humano es como un náufrago, que trata de sobrevivir creando mitos o teorías que le permitan ordenar los acontecimientos y sentir que comprende lo que sucede.
Pero, en general, la predecibilidad no se produce. El enorme progreso de los métodos de observación y cálculo permiten predecir, por ejemplo, el estado del tiempo, pero, a veces, no se logra.
Si pasamos ahora del tiempo a la política, vemos que esta no se puede predecir. Si se pudiera saber por adelantado los sucesos de la política, las consecuencias podrían ser terribles. Por ejemplo, un tirano podría saber que nadie podría derrocarlo y su dictadura sería espantosa. Pero, desde luego, también podría saber que en el futuro habría una revolución que lo sacaría del poder omnímodo al que aspira con toda su alma. Podría, entonces, renunciar para evitar que lo saquen del poder de mala manera. Pero esto sería una ilusión, pues todo tirano comete crímenes para evitar que alguien se atreva a desafiarlo. Renuncie o no, siempre terminará mal, como acaba de suceder con Muamar Gadafi, el terrible tirano de Libia.
El hecho es que la política no se puede predecir. Pero esta afirmación no puede tomarse de manera absoluta. Todo presidente tiene una personalidad y, a veces, se puede predecir cómo habrá de reaccionar ante determinados sucesos. Mas, en una mayoría de casos, se ve que esto no es posible.
Por ejemplo, en el 2006, atemorizados por el programa radical de Ollanta Humala, la mayoría votó por Alan García, pero muchos tenían miedo de lo que podría hacer, pues en su primer gobierno provocó una tremenda inflación, que casi termina con el país. Además, quiso nacionalizar la banca. Sin embargo, cuando llegó al poder, disipó todos los temores. Una de sus principales acciones fue evitar la inflación y logró su propósito, pues en su gobierno la inflación fue una de las más bajas de América Latina.
En las elecciones del 2011, una gran cantidad de ciudadanos estaban aterrorizados por el triunfo de Ollanta Humala: recordaban el radicalismo de su programa del 2006. Sin embargo, ante la sorpresa de los que temían que siguiera un modelo chavista y afectara la libre expresión, Humala, desde sus primeras declaraciones, dijo que respetaría la libertad de los medios de comunicación. De otra parte, su gobierno es de izquierda moderada. O sea que la posición de Humala fue totalmente impredecible.
Otro hecho no previsible fue un doble acontecimiento en el Congreso. Primero, se descubrió que un grupo de parlamentarios estaban procesados por diversos delitos. Pero, y esto es increíble, sus accesitarios también lo estaban. Asimismo, nadie previó que Omar Chehade, segundo vicepresidente, hubiera caído en un presunto tráfico de influencias. Él lo niega, pero se ha abierto una investigación para saber si la acusación tiene fundamento o si, en realidad, es inocente. Como se ve, este caso era imprevisible.
Regresando al presidente Humala, uno de sus principios es la lucha contra la corrupción y es evidente que esta va a ser muy dura, pues la corrupción en las esferas de gobierno ha sido muy grande en el anterior régimen. Y muchos funcionarios del gobierno anterior siguen ejerciendo sus cargos. En realidad, se necesita hacer una reingeniería de la organización gubernamental para luchar contra la corrupción. Hacemos votos para que Ollanta Humala pueda lograrlo.
Por: Francisco Miró Quesada
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