El caso de la Concertación chilena, que unió a dos partidos tradicionalmente adversarios en el objetivo de rescatar la democracia, es un ejemplo aleccionador para los países de la región.
Cuando Humala candidato expresó que le interesaban más las coincidencias programáticas que los parecidos ideológicos, estaba abriendo las puertas a una política de concertación, de llegar al poder. Dijimos, en esa oportunidad, que promover esos encuentros era adecentar la política y convertirla en instrumento de justicia y recuperación social.
Creemos que por ese camino transita gran parte del éxito que deseamos al presidente Humala. Sin concertación es imposible lograr una auténtica reforma del Estado ni un nuevo contrato social. Tampoco transformar el discurso desproporcionado en logros ni definir espacios entre poder y sociedad.
Hay que unir fuerzas si no se pueden crear nuevas, consolidar objetivos, buscar valores que unan, enseñar a nuestros compatriotas que son dueños de la decisión libre de gobernarse a sí mismos. El acercamiento entre las fuerzas representadas por Gana Perú y Perú Posible está perfilando un escenario democrático para el país. Incluso, podría significar el inicio de un frente amplio que fortalezca la gobernabilidad y ponga en agenda lo mejor de cada uno.
No admiten dudas las coincidencias entre colectivos políticos como Gana Perú, Perú Posible, Acción Popular, Somos Perú y Humanistas de Yehude. Nada impide que suscriban un compromiso de trabajo conjunto, de responsabilidad compartida, en nombre de las mayorías postergadas del país.
Concertar fue siempre una demanda nacional que no se respondió como se debía. Hoy día, como nunca, se hace imprescindible y obligatorio implementarla como una salida al cúmulo de problemas que enfrenta el país y que sobrepasan las capacidades de un solo partido.
Las exigencias de diferentes sectores de la sociedad peruana, crean un clima amenazante que puede llevar a la frustración de muchas expectativas.
Se votó por el cambio, por la inclusión social, por la descentralización productiva, por la reforma tributaria, por la estabilidad jurídica, por la honestidad en la información. Todo ello entraña la redacción de un nuevo contrato social.
“La sociedad –decía Toynbee– es un medio de comunicación a través del cual los individuos actúan los unos sobre los otros”.
Es, por tanto, de justicia elemental no sacrificar los derechos individuales en nombre de una transformación de las estructuras de la propia sociedad. Debe venir la reforma con respeto a los derechos humanos. Se debe identificar un antes y un después en el proceso político que se inicia con el nuevo gobierno, para poder salir del círculo de crecimiento con concentración de riqueza y con sociedad pauperizada.
Concertar permite, entre otros, colaborar en definir eficazmente las metas de mediano y largo plazo hacia las cuales se debe encaminar la nación. Trabajar por un objetivo común, organizar la sociedad y, como decía Malraux, “transformar el destino en conciencia”.
Todo esto, como condiciones necesarias para llegar a una edad madura de la democracia.
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