En cuanto fin de la manifestación vital de una persona, la muerte no es solo un problema médico, sino también un concepto relacionado con aspectos sociales y culturales graves. Las expectativas de vida, las causas de la muerte, la situación social y las circunstancias del fallecimiento, la interpretación ideológica de la muerte, los ritos funerarios y las formas de entierro y, sobre todo, la posibilidad de utilizar psicológicamente el hecho de la muerte, considerándola como un supuesto modelo de sentido y de relaciones sociales, son en su conjunto fenómenos y circunstancias que se configuran de muy diversas formas desde el punto de vista histórico y sociocultural. En las sociedades complejas, a estos fenómenos se les debe añadir determinadas variaciones sociales y regionales específicas. La superación sociocultural y psicológica de la muerte depende de las creencias religiosas, del sistema de valores, del nivel de bienestar y de la estructura de la sociedad.
Las orientaciones religiosas trascendentes, la creencia en otra vida después de la muerte, una fuerte integración de las personas en la comunidad y determinados rituales facilitaban, en las antiguas sociedades de la escasez, la superación de la muerte. Por otro lado, el miedo a las sanciones en el más allá tuvo una gran importancia para asegurar un tipo de conducta en las acciones del más acá. Muchas personas se temían una muerte inesperada, porque una muerte de este tipo no deja tiempo para prepararse.
En el transcurso del proceso de racionalización, secularización e individualización de la sociedad occidental moderna, la muerte ha experimentado una pérdida de sentido y, a la vez, una pérdida de realidad. En el marco de una sociedad dinámica, orientada a la vida terrena, que se caracteriza por el individualismo, las actividades, las relaciones familiares afectivas más estrechas, el hedonismo y el bienestar material, la muerte de uno mismo y de los socialmente próximos a nosotros se ha visto desplazada, de forma absurda, de la conciencia (se ha convertido en un tabú). Ha desaparecido en gran parte de la cultura occidental la creencia en otra vida después de la muerte. A ésta se la mira, en todo caso, desde un punto de vista personal distanciado y como elemento dramático o sentimental para entretenimiento en los medios de comunicación, sobre todo el cine y la televisión. La muerte real es un problema médico-técnico que ocurre en los hospitales, que funcionan de forma afectivamente neutral. El alargamiento de la vida, gracias a las técnicas médicas, representa frecuentemente un alargamiento de la muerte. La aplicación de estos cuidados asistenciales con mínima presencia humana lleva a menudo a una muerte social anterior a la muerte física. Después de una vida larga, sin achaques, muchas personas desean una muerte rápida (muerte decidida por uno mismo, muerte humana, ayuda para morir, eutanasia). El acompañamiento para la muerte no puede hacerse solo con especialistas; sus deberes consisten sobre todo en dar apoyo a los individuos afectados y al personal clínico en su trato con la muerte. Este conjunto de problemas es objeto, cada vez más, de investigaciones y discusiones públicas. La creciente influencia del conocimiento biológico en las orientaciones ideológicas facilita la aceptación de la muerte como elemento indisociable de la vida, la existencia o el paso del tiempo. Considerando el aumento de la esperanza de vida en la sociedad moderna, la muerte, sobre todo de personas jóvenes, es vista de forma trágica.
Karl-Heinz Hillmann: Diccionario enciclopédico de Sociología
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