4 de enero de 2013

“NUEVOS” PROBLEMAS, VIEJOS RESPONSABLES


La humanidad ha experimentado grandes cambios y transformaciones sociales, económicas y políticas desde siempre; pero nunca como hoy en día, dichos cambios han sido tan rápidos y han transformado de manera tan significativa nuestra propia visión del mundo. 

Para nadie es un secreto que la población mundial está en crecimiento (en 1900 se calculaba una población de cerca de mil millones de habitantes y para el 2012 dicha cifra ha aumentado a cerca de 7 mil millones de seres humanos). El incremento de la población no es un fenómeno aislado es producto de la realidad geográfica, social, económica y política de los Estados, no es de extrañarse que los más altos índices de crecimiento poblacional se encuentren en los países subdesarrollados o en vías de desarrollo; pero dicho crecimiento trae consecuencias graves para dichos países ya que cada vez hay más población pero la capacidad de para atender y satisfacer sus necesidades básicas es insuficiente o nula. Los países desarrollados no están exentos a este problema, ya que si bien es cierto que sus tasas de crecimiento son bajas, hay cada vez más población debido a las migraciones internacionales desde los países en desarrollo que se movilizan de un país a otro ya que en el suyo propio no encuentran las condiciones para su desarrollo. Tanto países en desarrollo como países en vías de desarrollo tiene un papel importante que cumplir en este tema. 

Las migraciones transnacionales producen, en términos de Altamirano, dos consecuencias: “la fuga de capital humano hacia otros países y el envío de remesas hacia los países de origen” (Altamirano, 2007, pág. 39); ambos aspectos son considerados desde el punto de vista de los países de origen (se va gente y envían dinero) pero, ¿qué pasa con los países de destino?, propongo una consecuencia más: la llegada de migrantes genera, en el país de destino, graves problemas de satisfacción de necesidades a esos migrantes: educación, salud, trabajo; lo que lleva indirectamente a un mayor gasto presupuestal y/o a un aumento de la informalidad. Entonces, ¿por qué sigue migrando la gente? Y, ¿por qué siguen siendo recibidas? La primera pregunta tiene su respuesta en los países de origen: la primera razón sería la económica-laboral, en los países de origen no existe una gran oferta de trabajo, y si la hay es en sectores económicos primarios (como la agricultura y la ganadería), dicho sector no genera los ingresos económicos necesarios para sus familias. Una segunda categoría es la referida a la educación, en los “países del sur” los sistemas educativos (desde pre escolar hasta universitarios) son deficientes, los niños y jóvenes son formados en desventaja para este mundo globalizado y competitivo que requiere mejores profesionales, capacitados y actualizados, capaces de desempeñarse en su profesión u oficio en cualquier parte del mundo, lamentablemente los Estados del sur no invierten lo necesario en educación lo que desmotiva a la población a estudiar en su país de origen, esta razón es confirmada por los datos estadísticos que presenta Altamirano, de la emigración internacional de peruanos entre 1995-2005 el 28% de los mismos son estudiantes (Altamirano, 2007, pág. 53), representado el mayor porcentaje de todas las categorías. Una tercera categoría de motivación para las migraciones es de género, la liberalización femenina y el ingreso de las mujeres al mundo público han generado un incremento en la demanda de trabajo, obligando al Estado y a las empresas a aumentar sus puestos de trabajo para este “nuevo” grupo laboral, desplazando a muchos hombres a actividades más físicas y fuertes que las pueden realizar en los países de destino. 

Respecto a la responsabilidad de los países de destino estos absorben a los migrantes más capaces y aptos (académicamente) para formarlos fuera de sus países de origen y para que su desarrollo científico y tecnológico los beneficie a ellos en desmedro de sus países natales, generando lo que Altamirano llama “la pérdida del capital humano” (Altamirano, 2007, pág. 40), esta pérdida es ganancia para los países de destino; también es importante mencionar a otros migrantes no trabajan en lo que fueron formados, ya que las restricciones legales y laborales de los países de destino son muy fuertes y proteccionistas para los nativos (a pesar que algunos estudios han demostrado que no hay relación entre la migración y el desempleo de los naturales de un país), lo que Altamirano califica del “desperdicio de capital humano” (Altamirano, 2007, pág. 43), médicos, ingenieros, arquitectos, etc., cuyas familias y cuyo Estado han invertido en proporcionarles una profesión, terminan trabajando de “braceros” (actividades manuales) en actividades para nada relacionadas con su preparación. En base a lo expuesto anteriormente, existe una responsabilidad compartida entre países de origen y de destino, en el tema de las migraciones transnacionales. 

La madre naturaleza ya no quiere a sus hijos humanos, hemos profundizado y aumentado la crisis ambiental, la misma que se inició con la revolución industrial hace ya más de 2 siglos. El fenómeno de la globalización ha llevado a un desarrollo cada vez más rápido del conocimiento, la ciencia y la tecnología, lo que ha repercutido en un aumento considerable de la producción, una mega tendencia llamada “globalización de la producción” (Mari, 2000, pág. 109). Los Estados están cada vez más preocupados por desarrollarse cada día más, sin importarles las graves consecuencias ambientales que se pueden generar, es una “carrera de locos” en la que los perdedores somos todos. Respecto a la protección ambiental, se han firmado una gran cantidad de acuerdos y se han realizado un sinnúmero de reuniones, congresos y asambleas[1], lamentablemente los intereses de los países más poderosos siempre se sobreponen ante los propios intereses de la humanidad. 

Tal vez, el punto más importante que todos los Estados (desarrollados, en vías de desarrollo y subdesarrollados) deben tener presente es que “las cuestiones medioambientales afectan por igual a todos” (Stiglitz, 2006, pág. 211). Durante muchos años se ha culpado a los países desarrollados de ser los responsables de la debacle ambiental en la que hoy nos encontramos: desde su falta de voluntad para ratificar los principales acuerdos ambientales, seguir emitiendo gases de efecto invernadero, hasta negar la existencia del calentamiento global; pero también los países en vías de desarrollo deben asumir parte de la responsabilidad: no han sido los suficientemente fuertes para presionar a las grandes potencias a asumir sus compromisos, no son conscientes de que los efectos negativos de la crisis ambiental afecta a todos, pero con mayor fuerza a ellos, ya que no cuentan con los recursos económicos (a diferencia de los países del “norte”) para reducir las consecuencias ambientales, la justificación es simple: “como estamos en vías de desarrollo, necesitamos producir más (y contaminar aún más)”. 

Existen varias alternativas de solución: la reproducción de bosques tropicales, el control de la producción industrial, el avance en el uso de tecnologías limpias y amigables con el medio ambiente; pero hay un problema, todas estas alternativas requieren de grandes cantidades de dinero de inversión, las mismas que son impensables para los países en vías de desarrollo y en los países desarrollados debido a la falta de voluntad política e incentivos necesarios para aplicarlas. Pero considero que existe otra traba, en especial sobre la actitud de EE. UU. (quien hasta la fecha no ha ratificado el Protocolo de Kioto sobre la reducción de emisión de gases de efecto invernadero), que no la menciona Stiglitz: ¿Qué país y/o institución supranacional sería capaz de sancionar a EE. UU? sabemos que EE. UU. controla la mayor parte de decisiones de los organismos internacionales. El mismo Stiglitz lo reconoce en las últimas líneas de su libro. 

¿Quién o quienes pueden (o deben) solucionar los problemas arriba mencionados? Desde el punto de vista político se deben generar incentivos necesarios para que sus migrantes vuelvan, debe mejorar la atención a su población en sus necesidades básicas, debe haber una política ambiental sostenida; desde el punto de vista económico, el mercado debe de dejar de funcionar como lo hace, ya no estamos en el mundo de hace 50 años, en el que la naturaleza no era tomada en cuenta, en el que la migración internacional era escasa, debido a los costos de viajes, hospedajes, etc., debe haber una mayor conciencia por parte de los agentes económicos para evitar una peor crisis que la actual; finalmente, desde el punto de vista social, todos debemos ser conscientes de nuestro papel en el mejoramiento del medio ambiente, temas como planificación familiar y reciclaje, son tan necesarios hoy en día, ya que se ha demostrado que el principal agente contaminante es el ser humano y mientras más personas hayan sobre la Tierra, más contaminación y degradación habrá.


[1] Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (1992), Protocolo de Kioto sobre el cambio climático (1992), Conferencia de Bali (2007), Conferencia de Poznan (2008), XV Conferencia sobre el Cambio Climático de la ONU (2009), XVI Conferencia sobre Cambio Climático (2010), etc.

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