10 de enero de 2013

ENTREVISTA A LEONARDO GARNIER

Hay obispos en Costa Rica que se refieren a él como “ese individuo”. Leonardo Garnier es economista, lleva el pelo largo a lo Depardieu, pero canoso, y ocho años como ministro de Educación en un país con fama de educado. Acumula dos Gobiernos, el del liberal Óscar Arias y el de la conservadora Laura Chinchilla, lo que lo convierte en un superviviente de la inestabilidad de Gabinetes y sobre todo del veto de la jerarquía católica.

Desde su despacho de ministro ha debido ver cómo esta pequeña sociedad se agita a su manera, a medias, entre el dilema de apuntalar su vanguardismo en derechos humanos o dejar que la religión siga infiltrando las políticas públicas. Celebró el fallo de la Corte Interamericana que reconoció en diciembre el derecho de parejas infértiles costarricenses a utilizar la fertilización en laboratorio. Celebró sorprendido un fallo constitucional que ordenó no limitar al catolicismo la enseñanza religiosa obligatoria en escuelas y colegios. Apoya al movimiento para hacer de Costa Rica un Estado laico y los esfuerzos por dar valor legal a las parejas homosexuales. Es más, apoya la legalización de las drogas, aunque admite que sería suicida hacerlo sin la compañía de los países más potentes.

Semejantes posiciones flotan en la cabeza de “ese individuo”, que para hablar aguza los ojos pequeños y evoca sus poses de profesor, cuando gozaba rompiendo dictados y aplicando el método de “educación subversiva”, desechando la obediencia como valor.

Respuesta. Es quizá algo filosófico. Lo que pasa es que quiero una educación sin sermones ni discursos, sin que alguien les diga qué es lo bueno o lo malo, con castigos o premios. Eso no es educación, es entrenamiento. Quiero muchachos con criterio propio, no quiero muchachos obedientes, quiero muchachos éticos.Pregunta. ¿Cuál es el eje de ese conflicto sobre valores, religión y educación?

Eso es quebrar el método tradicional y de la Iglesia. ¿Cómo no van a estar molestos con usted?
En la educación eso es totalmente legítimo. Debemos formar el carácter y las mentes de los muchachos y la obediencia no es una buena herramienta educativa. Basar un sistema educativo en la obediencia no es legítimo.

De nuevo, los sectores conservadores tienen razón de estar inquietos.
A los sectores conservadores les da miedo que la gente piense por sí misma. Si la obediencia es una elección personal, como la religión, no tengo problemas, pero si se quiere instalar en la política pública, ahí sí que no puedo aceptarlo.

¿Es lo que usted ha dicho de los valores religiosos en la fertilización in vitro?
Exacto. Es una locura pensar que por las creencias de algunas personas se cierre la opción de tener hijos a una familia o, todavía más grave, que por esas creencias se cierre la opción de nacer a algunos niños. Lo que pasa es que las creencias religiosas de algunos se han convertido en política pública para otros.

En un país acostumbrado al margen pequeño y al centrismo eso puede resultar chocante.
Es importante que siempre haya alguien diciéndolo en una sociedad como esta, pasiva pero también tolerante a discutir los temas.

¿País pasivo y conservador?
Depende de con qué lo compare uno. Es menos conservador que muchos países de América Latina. Es quizá más bien un país de doble moral. Siempre ha habido un filón liberal acompañado de pensamiento tradicional.

¿Cómo califica entonces esta época de tanto cuestionamiento de lo que ya se creía escrito en piedra?
Quizá esté pasando en todo el mundo. Esta es una época en la que se vuelven públicos los temas de la vida personal. En algún momento había que confrontar esta realidad.

¿Es este un destape?
No creo que sea un destape comparable con lo que se vino en España después de la caída de Franco. En Costa Rica el péndulo se mueve poquitico. El chayote [vegetal tropical de poco sabor] podría ser el símbolo nacional. Aquí los procesos van sin extremos. Sí, la gente se siente con más derecho a hablar, no solo como opciones personales sino como políticas públicas. Y claro que eso provoca un conflicto.

Usted como ministro dirige la educación que recibe un millón de estudiantes en un país católico oficial. ¿Qué malabares debe hacer?
Son dos cosas distintas. La religión es una opción personal, privada y no de políticas públicas. El Constitucional dice que el carácter confesional católico no implica ni siquiera que la enseñanza obligatoria de la religión tenga que ser católica, sino más bien de tipo ecuménico.

Entonces para qué ser Estado católico?
No lo sé. Es una definición que nunca he entendido.

Usted no ha hecho nada por acabar con eso.
Cuando uno está en el Gobierno, tiene tiempo limitado, recursos limitados, cierto capital político y hay que establecer prioridades. No es responsable de entrar en todos los temas.

¿No sería más fácil eliminar la asignatura de religión?
Ese sería un conflicto muy grande y no creo que valga la pena. Aquí la mayoría de la gente cree que se deben dar las clases de religión. El paso que el país va a dar ahora es impartir religión de una forma más ecuménica, más abierta.

¿Habría estado dispuesto a abrir un debate sobre la legalización de drogas?
Las estrategia contra las drogas no ha funcionado y concuerdo con posiciones como la de Cardoso [Fernando Henrique, expresidente de Brasil], Zedillo [Ernesto, expresidente de México] y Gaviria [César, expresidente de Colombia], pero que un país con 4,5 millones de habitantes decida legalizar las drogas cuando en el resto de países eso no funciona, sería un suicidio.

FUENTE: EL PAÍS

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