‘Bocatto di cardinale’ se le dice a algo codiciable y de buen gusto. También es una manera de señalar la glotonería codiciosa de aquellos prelados cuyas historias escabrosas y corruptas se pueden ver los domingos en la serie “Los Borgia”, por HBO. Y es que, lamentablemente, la Iglesia Católica ha sido y sigue siendo infiltrada por quienes la utilizan para fines opuestos a los suyos. La caterva de pederastas y violadores agazapados en vericuetos de su enorme estructura es lo más escandaloso que está pasando, pero eso no es todo.
Porque es la más bella, la más codiciada, la más libre, la más autónoma y universal; en pocas palabras, la mejor, la Pontificia Universidad Católica del Perú es un verdadero ‘bocatto di cardinale’, y el acoso del cardenal para someterla la ha puesto en un trance que ha concitado interés por sus connotaciones políticas.
Asistí al discurso del rector de la PUCP el miércoles pasado en el polideportivo del campus de la comunidad. El discurso claro y franco de Marcial Rubio me afirmó en la convicción de que existe una intriga premeditada y alevosa contra esta antigua institución que no es, por cierto, solo un cúmulo de bienes, sino principalmente la confluencia de voluntades orientadas organizadamente hacia el saber. En la Católica el debate entre la fe y la razón se mantiene abierto en la confianza de que la verdad, que infatigablemente buscamos, nos hará libres. Fe y razón son facultades paralelas diría Santo Tomás de Aquino, una no suple a la otra, como quedó zanjado por el Vaticano –luego de algunos siglos– con las disculpas presentadas a la comunidad científica por el papa Juan Pablo II al levantar el insostenible veto a la teoría heliocentrista de Galileo Galilei.
La Católica es una comunidad de humanistas, científicos y artistas que aceptamos nuestra ignorancia y compartimos el conocimiento preocupados por el bien ético y político de nuestra nación que es la base sólida para su crecimiento, reconciliación e inclusión en una sociedad de ciudadanos responsables y respetuosos.
No se requiere una imaginación desbordante para intuir lo que sería de este espacio consolidado para la libertad del pensamiento y el pensamiento de la libertad de caer en manos de monseñor Cipriani, cuya filiación antidemocrática, contraria a los derechos humanos y a las instituciones que los defienden, es más que evidente.
Yo confío en que el académico, el teólogo Joseph Ratzinger, papa Benedicto XVI, escuche los motivos de la asamblea de la PUCP y los contraste con las tinterilladas que se están tramando. Entenderá perfectamente que la autonomía de La Católica no puede ser restringida. Estoy seguro de que los abogados y asesores legales de la Pontificia Universidad Católica del Perú sabrán hacer prevalecer el derecho que nos asiste.
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