10 de abril de 2013

ROBERT CASTEL, EL SOCIÓLOGO DEL TRABAJO

Hacia la segunda mitad de la década de 1990 se publicaron tres obras cruciales: La globalización, de Zygmunt Bauman, El fin del trabajo, de Jeremy Rifkin, y Las metamorfosis de la cuestión social, del sociólogo francés Robert Castel, recientemente fallecido. La lectura comparativa de estos libros permite trazar las coordenadas que explican el mundo laboral actual, los efectos sociales de las crisis europeas y aun las ráfagas de optimismo que de a ratos soplan sobre América Latina.

Castel consideraba que si la sociología tiene algún sentido, éste radica en su capacidad para hacer diagnósticos, como si el sociólogo fuera el médico de ese cuerpo humano colectivo que constituye un pueblo y, al establecer la naturaleza de una enfermedad, abriera un camino posible para su cura. No obstante, en el ejercicio de su arte desconfiaba de este aspecto prescriptivo, que asociaba con la profecía, y la satisfacía sólo a regañadientes, cuando algún periodista u oyente de sus conferencias se empeñaba en pedirle la hipótesis de una solución. A Castel le interesaba la cuestión del trabajo porque afecta al ser humano en uno de sus facetas centrales: su "estatuto de individuo".

En 2009 publicó El ascenso de las incertidumbres, libro que reúne textos publicados entre 1995 y 2008. Allí analiza los cambios que se produjeron en el mundo del trabajo en la Europa occidental desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta mediados de los años 70, a partir de la salida del capitalismo industrial y el ingreso en un nuevo régimen capitalista, al que Castel no da nombre, pero que en una nota al pie de página queda emparentado con el concepto de "capitalismo cognitivo" cultivado por Yann Moulier Boutang.

Castel se concentra en los tres sectores en que aquellos cambios son altamente significativos: la organización del trabajo, signada ahora por la desregulación y la precarización; la protección social, que cada vez cubre menos y de manera más asistencialista, y el estatuto del individuo. Según el sociólogo, la degradación del trabajo, tal como se lo conoció hasta la globalización, puede producir una degradación en las personas respecto de "su capacidad de conducirse como individuos íntegros dentro de la sociedad". "Ese estatuto de individuo está conectado estrechamente a la consistencia de la situación salarial, a la solidez del estatuto del empleo -explicó durante una visita a Buenos Aires-. Cuando ese zócalo se fragiliza, el individuo mismo se fragiliza y en el caso extremo, se anula." De todos modos, cuando se explicaba, Castel trataba de introducir siempre una nota de optimismo. Y había dado con una simpática verdad de Perogrullo: "Hay que ser realistas pero no fatalistas y no ver esta dinámica como un destino escrito en el cielo. Si bien es cierto que el futuro es incierto, eso quiere decir que también es incierto que vaya a ocurrir lo peor que podemos esperar".

FUENTE: lanacion.com

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