Steven Levitsky es un buen analista político que ha escrito excelentes libros de política comparada y que hace también agudos análisis de coyuntura peruana y latinoamericana. Es, además, un buen ciudadano cuyo corazoncito late por los demócratas en los Estados Unidos y por una inexistente “coalición paniagüista” en el Perú. Su candidato ideal, por confesión propia, es Gastón Acurio, lo que habla bien de sus buenos gustos culinarios. Lo que quiero decir es que no hay un análisis inocente de coyuntura y que el analista, por más esfuerzos que haga por controlar su subjetividad, se juega también una pichanguita en los fríos marcos de su pretendida objetividad analítica.
Como analista ha escrito en este diario un artículo que, a contrapelo de su título (En defensa del Frente Amplio), parece más bien la descripción de un largo viacrucis de la izquierda.
Steven sostiene, en resumen, que en el corto plazo el Frente Amplio (FA) va muerto y que en el largo plazo, cuando todos estaremos (efectivamente) muertos (Keynes), podría tener éxito. Concluye su análisis martirológico con una pizca de humor negro: “En 2026, tal vez el FA estaría en condiciones de competir con Alan, que solo tendría 77 años”. Por favor, querido Steven, el FA –supongo– quiere ganarle a un mejor adversario para que su triunfo tenga el sabor de la gloria. Concédele, al menos, ese honor.
¿En qué basa Levitsky estas apuradas conclusiones? Para el corto plazo, los argumentos son los siguientes: la unidad de la izquierda como solución es un mito, la izquierda carece de una base social sólida y no tiene líderes con capacidad electoral y, finalmente, existe un poderoso antiizquierdismo (sobre todo en Lima). En San Isidro –supongo– este antiizquierdismo debe llegar al paroxismo. Para el largo plazo, Levitsky sostiene que “una izquierda sana haría bien a la democracia”, que no está condenada al fracaso porque hay un pequeño espacio electoral y también un espacio social de un tercio de descontentos con el establishment, que podría consolidarse si maneja bien sus diferencias, si no plantea recetas para la derrota electoral (recuperar el socialismo), si construye un perfil más amplio (que involucre a la clase media) y si se modera como lo hizo Humala en la segunda vuelta.
¿Es la unidad de la izquierda un mito? Puede ser, pero es un mito movilizador, políticamente productivo por varias razones. En primer lugar, ha sido y es una exigencia de las bases de todos los pequeños partidos y es una aspiración de las bases sociales en las que influyen.
En segundo lugar, a la izquierda peruana le ha ido bien cuando se ha presentado unida y le ha ido mal cuando ha ido dividida a la lucha electoral. Esa es la experiencia histórica. En tercer lugar, el todo es más que las partes en la sociología y en la política. La suma aritmética de Levitsky es equivocada. En la política de la izquierda funciona el álgebra más que la aritmética: Menos por menos da más. Reconozco que hay sumas que restan: la coalición del Apra con la oligarquía o con el fujimorismo, por ejemplo. En cuarto lugar, la representación monopólica del amplio espacio social de los contestatarios puede dar buenos resultados electorales en el corto plazo.
Reconozco también que el FA carece, por ahora, de líderes con arrastre electoral, pero tenemos dos años para descubrirlos o construirlos. No es una tarea muy difícil si tenemos en cuenta el desolador panorama de los poco edificantes liderazgos políticos de centro y de derecha en el Perú actual. Vuelvo sobre el largo plazo.
Por: Sinesio López
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