Sucedió lo que se temía, el pasado miércoles en la noche el Pleno del Congreso de la República rechazó la ley del Servicio Civil por una mayoría que estaba en estado latente y que de un momento a otro paso a un estado manifiesto: los fujimoristas.
Estaba previsto que la bancada de Keiko Fujimori no se iba a quedar de brazos cruzados ante lo que ellos consideraron como una burla, y me refiero a la negativa del presidente Humala de otorgar el indulto humanitario al criminal Alberto Fujimori; tamaña afrente merecía una repuesta de una bancada numerosa, pero que se mantuvo en un silencio político muy sospechoso en las semanas previas a la decisión presidencial. Hoy el panorama ha cambiado y los papeles se han invertido; la mayoría fujimorista que votó en contra de la Ley del Servicio Civil le hace un llamado de atención al gobierno: "Aquí estamos, más presentes y unidos que nunca" y es que no es descabellado pensar que la bancada fujimorista será una piedra en el zapato del gobierno cuando éste piense proponer leyes importantes y que incluso no puedan salir de sus respectivas comisiones para pasar al pleno, el juego político estará más presente que nunca en especial ahora que se viene la elección del presidente del Congreso.
Pero muy aparte de las órdenes que reciban los congresistas por parte de sus líderes, es menester reconocer que la Ley del Servicio Civil es claramente atentatoria contra algunos de los derechos fundamentales de los trabajadores; nadie discute que la burocracia peruana dista mucho de la ideal, de hecho Max Weber no conoció el Perú cuando planteó su tipo ideal de burocracia; sin embargo creo que hay mejores mecanismo para poder tratar de solucionar dicho problema, el punto no está en dar más leyes sino en mejorar los procesos de selección del personal, si aún permanece la corrupción en la instituciones públicas dicha ley pasará a ser un saludo a la bandera, muy bonito pero imposible de cumplir.
Lo mismo podemos decir de la nueva Ley Universitaria, dicha norma (impulsada por un militar) tiene un claro carácter atentatorio contra el principio más elemental de la educación superior: la autonomía universitaria; algo que no es capricho de los rectores, sino que se encuentra en las propias bases y fundamentos de la labor universitaria desde la edad media. Reconozco que es necesario una reforma, que la actual ley no se ajusta a los cambios que ha experimentado el Perú y el mundo en los últimos 30 años, sin embargo varios artículos de esta nueva ley atentan contra dicha autonomía, y no me refiero solo al hecho de la creación de la Superintendencia, sino a, por ejemplo, la realización de estudios de mercado para decidir qué carreras se crean y qué otras se eliminan, etc. Confío en que esta ley siga debatiéndose el tiempo necesario y no que se imponga a la fuerza (como lo saben hacer los militares, léase Daniel Mora) ya que se corre el riesgo que una ley de tan vital importancia termine politizandose y politice la universidad de forma negativa. Los fujimoristas estarán al acecho siempre.
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