28 de febrero de 2013

SEDE VACANTE

Roma, 1406, el cónclave en el que resultó elegido Gregorio XII estaba compuesto por quince cardenales que, con el propósito de poner fin al Cisma de Occidente, participaron en el mismo con la condición de que el elegido dimitiría del papado si el papa de Avignon, Benedicto XIII, presentaba a su vez su renuncia.

Ambos pontífices iniciaron conversaciones para lograr un encuentro en Savona, pero la poca disponibilidad de ambos para solucionar el conflicto, el temor a que dicho encuentro fuese aprovechado por el rival para capturar al contrario, unido a las maquinaciones políticas del rey de Nápoles, Ladislao, y de la familia de Gregorio XII; hicieron que dicha reunión no se llevara a cabo.

Los cardenales de Gregorio XII mostraron su descontento con la postura de este y amenazaron con abandonarlo, por lo que Gregorio XII convocó una reunión con su curia en la ciudad de Lucca en la que, el 4 de mayo de 1408, ordenó que no abandonasen la ciudad poniéndolos bajo vigilancia y procediendo además, a fortalecer su posición, nombrando a cuatro de sus sobrinos nuevos cardenales.

Ante este y otros acontecimientos marcados por acusaciones de herejía, perjurio y corrupción, el Papa Gregorio XII renunció voluntariamente el 4 de julio de 1415 mediante una bula.

Roma, 2013 (598 años despúes), el Papa Benedicto XVI dimite en su cargo apostólico como Obispo de Roma y Vicario de Cristo en la Tierra. Si bien es cierto que los contextos históricos y políticos son temporalmente diferentes, encontramos algunas similitudes entre la situación que llevó a la renuncia de ambos Papas.

Benedicto XVI se sintió, por más que lo niegue, solo, abandonado en la cruzada que emprendió hace 8 años por llevar la barca de Cristo por aguas más calmadas y reformar ciertos aspectos que él ya conocía y que creo no fueron novedad para él cuando le entregaron el informe de los llamados Vatileaks; el cisma del siglo XXI no fue teológico ni mucho menos político, el Cisma que llevó a esta dimisión fueron la gran corrupción que hay al interior de la Santa Sede y las acusaciones de abusos sexuales por parte de numerosos cardenales que incluso participarán en la elección del sucesor de Benedicto XVI.

Pero para nada esto debe alegrar a quienes estaban en contra de la forma en que Benedicto XVI manejaba las cosas en el Vaticano, como católico me entristece mucho su actitud y su dimisión, muestra para unos de fortaleza espiritual y de anteponer los intereses de la Iglesia a sus propios intereses personales, de dar un paso al costado para que la barca de Cristo no se hunda, reconociendo él mismo que sintió que en "algunos momentos Jesús parecía dormido" y no escuchaba sus oraciones, sentimiento que creo muchos cristianos alguna vez hemos experimentado. Benedicto XVI deja el sillón de San Pedro asqueado de tanta inmoralidad  y sobre todo de tanta impunidad, se va sin poder haber hecho casi nada al respecto lo que me deja con la duda de que habría hecho más por la iglesia como Papa en actividad que como Papa renunciante.

No soy teólogo ni pretendo serlo, pero recuerdo cuando Jesús oraba en el huerto de Getzemaní a Dios, su padre, rogándole "Padre, si puedes aparata de mi este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya" y la respuesta de Dios fue el silencio, silencio que Jesús asumió como compromiso de seguir con su obra salvadora hasta las últimas consecuencias, ¿qué hubiera pasado si Cristo, asqueado de tanta maldad en el mundo, hubiera renunciado a su misterio salvífico?.

Yo tengo mi propia conclusión al respecto, pero no quisiera orientar pensamientos ni direccionar opiniones, pero quisiera dejarlos con dos citas, la primera del Beato Juan Pablo II, predecesor de Benedicto XVI, quién sostenía que renunciar al papado era como abandonar la cruz y advertía para sí mismo "como grave obligación de conciencia el deber de continuar desarrollando la tarea a la que Cristo mismo me ha llamado"; y la segunda, de Mario Vargas Llosa, quien en alusión al tema decía: "Sólo abandonan el poder absoluto, con la facilidad con que él acaba de hacerlo, aquellas rarezas que, en vez de codiciarlo, desprecian el poder".

Solo nos queda orar para que el Espíritu Santo ilumine a los señores cardenales y elijan al Papa que nuestra iglesia merece y que tanto necesita.

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