27 de marzo de 2014

POLÍTICA PARA APOLÍTICOS. CONTRA LA DIMISIÓN DE LOS CIUDADANOS

Desinterés, farsa, despilfarro, burocracia, corrupción... Estas son algunas de las dudosas compañías de una política que vive hoy horas muy bajas. Las instituciones democráticas padecen un fuerte desgaste, son objeto de juicios muy severos o provocan una hostilidad declarada. Pero es mucho lo que está en juego. Con más o menos fundamento, los tópicos que caracterizan la polémica cotidiana sobre la política erosionan la democracia y la hacen mucho más vulnerable.

Política para apolíticos es un texto escrito por expertos en ciencia política que han sentido la necesidad de afinar la crítica sobre la práctica democrática para hacer más viable su transformación, su mejora. Es un libro que se aleja de los lugares comunes, sofismas y eslóganes superficiales para ahondar en las verdaderas causas de la desafección y estimular el compromiso político de los ciudadanos.

J. M. Vallés y X. Ballart (2012): Política para apolíticos. Contra la dimisión de los ciudadanos.

15 de marzo de 2014

EL CONTRATO SOCIAL: HOBBES Y LOCKE

Teniendo en cuenta la descripción que Hobbes realiza del Estado de Naturaleza, llega a la conclusión de que para que los individuos puedan garantizar su vida y su existencia, es necesario someterse a uno o varios individuos a los cuales se les entregará el poder soberano y absoluto para gobernar a todos los demás, surge la idea de súbditos y soberanos. Este poder soberano tiene una característica fundamental que, según Chevallier, la diferencia de otras concepciones sobre contrato, es que el poder soberano para Hobbes es absoluto e indivisible. Todos los individuos han renunciado irrevocablemente, a su poder individual de gobernarse a sí mismos para transmitírselo a una persona quien gobernará, en nombre de ese pacto, a todos, por lo que no hay lugar a quejas ni reclamos, ya que lo que este soberano hace, se considera como que ellos lo estuviesen haciendo y “quejarse de él es quejarse de sí mismos” (Chevallier, 1965: 60) Hobbes sostiene que la única forma de que este pacto se mantenga es respetando y cumpliendo con las leyes naturales (que se encuentran muy detalladas en el capítulo XV de su obra), pero la más importantes es: “Que los hombres cumplan los pactos que han celebrado” ya que si éste no se cumple, seguiríamos en un estado de guerra permanente. (Hobbes, 2006: 118) Este poder soberano es absoluto, ya que si no es absoluto, deja de ser soberano (Bobbio, 1992: 95). Todos tiene que obedecer a ese soberano sea cual fuese su decisión, pero Hobbes establece una excepción: cuando el soberano atenta contra la vida de sus súbditos: “cuando el soberano ordena a un hombre que se mate, hiera o mutile (…) ese hombre tiene libertad para desobedecer” (Hobbes, 2006: 177)

En cuanto a los planteamientos de Locke, si la situación del Estado de Naturaleza hecha por Locke es tan buena, es imperiosa la pregunta, ¿por qué los hombres deciden formar un gobierno civil? Chevallier nos dice que si bien los hombres estaban bien en el Estado de Naturaleza, viven llenos de sobresaltos y continuos peligros, en sí su situación no es buena, sino es mala, razón por la cual deciden formar una sociedad, para estar mejor (Chevallier, 1965: 95). Creo importante mencionar que el núcleo central de la postura de Locke respecto al Contrato es el hecho de que en el Estado de Naturaleza el poder político reside en todos (y a la vez en nadie) y al momento de querer reclamarle o pedirle algo a alguien no se sabe a quién solicitarlo, ya que no existe una figura a la cual recurrir. Al igual que Hobbes, este cambio del Estado de Naturaleza a la sociedad se dio por medio de un pacto, de un consentimiento de los hombres; sin embargo esta cesión del poder soberano del pueblo no es definitiva ni absoluta, a diferencia de Hobbes; por lo tanto se puede recuperar si los representantes no cumplen con las funciones para las cuales fueron investidos por el poder soberano que reside, en última instancia, en el pueblo. Por medio de este pacto se crean dos poderes: el legislativo, que regula el uso de la fuerza y el ejecutivo, que ejecuta las leyes. A diferencia del absolutismo de Hobbes, Locke sostiene que el poder legislativo y ejecutivo deben estar en diferentes manos. Finalmente, este contrato tiene carácter retroactivo, cuando los representantes han dejado de cumplir con sus funciones; cuando no hay juez ni árbitro al pueblo solo le queda “apelar al cielo” (Suárez-Iñiguez, 2009: 143); sentando, de esta forma, las bases del derecho de insubordinación o insurrección.

FUENTES:
  • BOBBIO, Norberto (1992) La teoría de las formas de gobierno en la historia del pensamiento político. México: Fondo de Cultura Económica. 
  • CHEVALLIER, Jean-Jacques (1965) Los grandes textos políticos. Desde Maquiavelo a nuestros días. Madrid: Aguilar. 
  • HOBBES, Thomas (2006) Leviatán. O la materia, forma y poder de una república eclesiástica y civil. México: Fondo de Cultura Económica. 
  • LOCKE, John (2000) Segundo Tratado sobre el gobierno civil. Un ensayo acerca del verdadero origen, alcance y fin del Gobierno Civil. Madrid: Alianza Editorial. 
  • SUÁREZ, Enrique (2009) De los clásicos políticos. México: Porrúa.

7 de marzo de 2014

HASTA PRONTO

Hace exactamente 10 años acababa de terminar mis estudios secundarios, sin haber logrado ingresar a la universidad y con el año 2004 prácticamente para dedicarme a prepararme para los exámenes de ingreso del 2005. Estaba sin hacer nada cuando un padre de familia del colegio donde estudié me propuso trabajar como auxiliar de educación en en nivel secundario, pensé "no tengo necesidad de trabajar", pero luego reflexioné sobre la oportunidad, no tanto económica (ya que me pagan 100 soles mensuales), sino sobre la experiencia que ganaría con ese primer trabajo. Por motivos personales, solo laboré en el colegio en ese cargo hasta julio del 2004, pero esos 5 meses fueron suficientes para darme cuenta de que era bueno en algo: enseñar.

Pasó algún tiempo y me dediqué a mis estudios universitarios en sociología, cuando un profesor de mi colegio me llamó para proponerme trabajar como profesor en un colegio que pensaba abrir, al no haber problemas con mis horarios universitarios, decidí aceptar el trabajo, el salario era mayor y por horas, a más horas que me daban, más ganaba. Acepté, a pesar de la negativa de mis padres (que pensaban que iba a perder tiempo o iba a bajar mis calificaciones), porque quise comprobar aquello que aún daba vueltas en mi cabeza: ¿soy bueno enseñando?

Fueron años de grandes satisfacciones personales y profesionales, en los que laboré en tres colegios; en el último de ellos no solo ejercí la docencia, sino que también ejercí mi profesión de sociólogo al elaborar los Planes de Desarrollo Institucional, Escuelas de Padres y "asesoría sociológica" a padres de familia y alumnos (puesto que se creó a mi sugerencia e iniciativa y que contó con el visto bueno del director y los promotores). Conversar con los padres, madres, estudiantes, jóvenes y señoritas me brindó una gran visión social y humanística acerca de la multicausalidad de los problemas sociales.

Enseñar en un colegio es muy distinto que enseñar en una universidad, y esa es la razón principal por la que me mantuve en este quehacer: en la universidad impartimos conocimientos, en los colegios formamos personas, seres humanos, los moldeamos de la forma como creemos debe ser la correcta; mucho más que enseñarles sobre ciudadanía, historia y familia me he preocupado por enseñarles a ser buenas personas, objetivo creo haber logrado.

Escribo estas líneas porque, al igual que les enseñé a mis alumnos de colegios, cuando uno crece surgen nuevas responsabilidades y nuevos retos que se deben cumplir; a estas alturas he asumido nuevos retos y nuevas responsabilidades que estoy seguro me harán madurar más y ser un mejor profesional; es por eso que he decidido darme un tiempo y dejar de enseñar en la educación básica regular y dedicarme al nivel superior. Han sido años muy gratificantes, personas extraordinarias y amistades sinceras que han marcado este tiempo, lo que hace aún más triste el decir adiós, espero que no lo sea, espero que más bien sea un hasta pronto.